Los amantes de Teruel

No hay nada que mas emoción provoque, al hablar de amores, que aquellos acabados en tragedia. En España tenemos el mas grande de los ejemplos, el que nos narra la leyenda de los amantes de Teruel.

Y digo leyenda, porque como suele ocurrir en muchos casos, a fuerza de repetir la historia, se van perdiendo hilos y ganando flecos, y, al final, no se sabe a ciencia cierta que parte de lo que se cuenta, de generación en generación, es trigo y que parte es paja.

En todos los lugares existen historias similares de amores imposibles, amores que no hay quien los rompa, si no es la propia familia, y los amantes tienen que terminar con todo y con todos con tal de proclamar un amor irealizable. Y la mejor manera de acabar juntos es muriendo a la vez, o uno suicidándose y otro de pena por ver sin vida a quien amaste. Valgan de ejemplo Romeo y Julieta, Eloisa y Abelardo, o Girólamo y Salvestra, y como no, nuestros Juan e Isabel, los amantes de Teruel.
Cuentan que, a principios del siglo XIII, habitaban en Teruel dos muchachos que se amaban hasta la locura desde que eran niños. Se trataba de Juan Diego de Marcilla (En algunos lugares le llaman Diego y en otras Juan) y de Isabel Segura.
Juan Diego pidió la mano de Isabel, pero entre las dos familias había problemas por temas religiosos y de títulos. El padre de Isabel era un mercader muy rico, e Isabel era su única hija, ella heredaría todo el patrimonio. El padre de Juan era noble y, además, juez, no tenía problemas monetarios, pero, además de Juan tenía otros hijos que, al fallecer, deberían repartirse la herencia.
Ante este panorama, el padre de Isabel se negó en redondo, pues, en teoría, y aunque su padre fuese de clase acomodada, Juan no tenía asegurado su futuro, pero, aun así, le dio a Juan Diego la oportunidad de hacer fortuna en cinco años, si lo conseguía, consentiría el enlace.
El muchacho marchó a buscar la fortuna con la que conseguir el poder pasar con su amada Isabel el resto de sus días. Como el rey Pedro II reclutaba tropas para ir a las cruzadas, se marchó a Zaragoza.
Mientras tanto el padre de Isabel le buscó a su hija un marido, el hermano del Señor de Albarracín, y se casaron en 1217, justo el mismo día en que Juan Diego volvía.
Al enterarse el muchacho se las ingenió para verse con Isabel y le pidió un beso, a lo que ella se negó, pues ahora ya no era una mujer libre.
A Juan se le partió el corazón y cayó muerto a los pies de su amada.
Antes de comenzar la ceremonia de los esponsales de Isabel, y vestida de novia, ella se acercó donde estaba depositado el cadáver de Juan Diego, y le dio el beso que antes le había negado.
Y ocurrió que, en el instante en que los labios de ella tocaron la helada boca del que había sido su amado, se derrumbó, y cuando fueron a recogerla comprobaron, estupefactos, que acababa de morir.
Las familias comprendieron el amor que se tenían, y los enterraron juntos.
Don Domingo Celada, juez de Teruel, dio testimonio por escrito de lo ocurrido, y deposito el documento junto a los amantes.
Como comentaba al principio, podría ser perfectamente realidad o leyenda, pero se da la circunstancia de que en entre 1553 y 1555, al realizar unas obras en la iglesia de san Pedro, encontraron dos cuerpos sepultados uno al lado del otro y, además, estaban inexplicablemente momificados. Junto a ellos se hallaba un documento donde se atestiguaba la historia y la muerte de aquellos dos cuerpos. Los volvieron a envolver y a guardar dentro de los cajones donde los habían hallado, y los soterraron en la capilla de san Cosme y san Damián.
Una vez que fueron descubiertas las momias, permanecieron expuestas hasta 1578.
Ese año el obispo de Teruel ordenó devolverlas a la capilla en las que las habían encontrado.
El 13 de abril de 1619 Yagüe de Salas , notario de la ciudad, descubrió el documento que narraba la historia de los amantes de Teruel, y ordenó que los cuerpos se desenterraran definitivamente, escribiendo un protocolo notarial dando fe de los hechos.
De esta manera, desde 1619 hasta 1675 se vuelven a exponer en la iglesia.
Tiempo después se volverían a guardar fuera del recinto sagrado, en un dispensario, hasta 1708, cuando se trasladaron a un pobre panteón en un claustro anejo a la iglesia, para que pudieran ser visitadas por quien creyera en la leyenda.
En principio estuvieron en un armario con el frontal de cristal, y mas tarde se añadiría una puerta que, al abrirla, permitiría contemplarlos.
En 1850 se encarga a Tomás Alonso el acondicionamiento de un corredor del claustro, y en mayo de 1854 se sacan las momias del armario y se trasladan a un templete de planta octogonal que fue realizado por Antonio Lacarrier, un ebanista francés de la época.
El templete se conserva todavía.
A mediados de siglo se colocaron de manera horizontal y tumbados, en una urna y en el claustro. Se trataba de dos cajones de madera tallada con cristal encima.
En 1902 las momias son trasladadas a la capilla donde hoy descansan.


En 1955, Juan de Ávalos esculpió dos sarcófagos de alabastro y bronce representando a Isabel y a Juan, para que pudieran descansar en paz por siempre.
Éstos se encuentran en el precioso mausoleo que hoy en día podemos contemplar.
Dentro de cada sarcófago, en la parte de abajo, están los restos momificados correspondientes a cada uno de ellos.
Quizá, lo que más llama la atención, es que, además de todos estos traslados, las momias llegaron a salir por las calles de Teruel en procesión.
Éste hecho ocurrió, como antes he mencionado, en 1902, el 27 de mayo. en dicho traslado, la comitiva recorrió algunos de los lugares por los que Juan e Isabel habían transitado en vida. Y contando con el beneplácito de todos los habitantes de la ciudad.
A partir del acta del traslado de las momias de los Amantes, el historiador turolense Serafín Aldecoa reconstruyó lo que pudo haber ocurrir aquel día y los avatares anteriores antes de conseguir el mismo.
En resumen: A finales del siglo XIX los Amantes permanecían en el olvido, pero gracias a la ópera de Tomás Bretón obtuvieron una gran fama. Aprovechando las circunstancias, un destacado turolense de aquel momento, Miguel Adellac, a la sazón ingeniero agrónomo y catedrático, quiso dignificar a sus queridas momias, porque vio cómo se encontraban y, descorazonado, se escandalizó.
Junto con otro catedrático, Severiano Doporto, decidieron organizar una colecta para poder mejorar la ubicación donde se encontraban descansando los Amantes, y proporcionarles un poco más de decoro.
Al comentarles la idea al obispo Comes Vidal, éste se negó a honrar a una mujer casada, cuyo cuerpo descansa junto al de su amante, y les dijo que si no les parecía chocante la idea de pedirle una suscripción, precisamente a el.
Adellac le respondió a Comes Vidal: -Se lo pedimos, porque, bien mirado, se trata de honrar la memoria de una señora casada que murió de amor hacia un hombre que no era su marido y no perdió su honra. Pero no obtuvieron su beneplácito.
Sin embargo, en 1902, el alcalde Federico Andrés Tornero negocia de nuevo con el obispo y esta vez cambia de opinión. De esta manera, ese mismo año, en las fiestas de San Fernando, se decide hacer la traslación de las momias de los Amantes desde el lugar que previamente ocupaban en el claustro de San Pedro, hasta la capilla del Sepulcro.
Para contar con el visto bueno de la Iglesia hubo exequias fúnebres y salieron en procesión, recorriendo, como he comentado, muchos de los lugares en los que Juan e Isabel habían vivido, incluso pasando por la vivienda que había sido de Juan.
Los representantes del clero, de los casinos y de las asociaciones o de los gremios participaron en dicha traslación a "cruz alzada", participando de esta forma todos unidos en la "Sacralización" de la leyenda mas preciada de Teruel..
Esto supondría el reconocimiento de la Iglesia a un hecho que, hasta entonces, era considerado pecado, y, además, se consiguió que toda la sociedad turolense reconociera a sus Amantes.
Como comentaba al principio, en este tipo de narraciones, siempre queda la duda de que parte de ellas es cierta y cual es leyenda.
Pues bien, para poder despejar estas posibles dudas se mandaron analizar las momias.
Una parte de los miembros del equipo de Atapuerca recogió siete muestras de tejido muscular y de piel de los cuerpos momificados y las llevaron a analizar a Miami a través de la técnica del carbono-14.
El resultado señaló que las momias corresponden a dos cuerpos, uno de un hombre y otro de una mujer, que fallecieron a principios del siglo XIV, que, según el director general de Patrimonio del Gobierno de Aragón, Jaime Vicente Redón, es cuando empieza a generarse la leyenda.
El cuerpo de la mujer está mucho mas estropeado y la piel ha sido restaurada varias veces (se supone que como consecuencia de tanto traslado).
El error de estos análisis científicos viene a ser de más menos 40 años.
Quizá no sean los amantes de Teruel que cuenta la historia, pero de lo que no hay duda es de que se trata de dos personas jóvenes, que han permanecido enterrados juntos desde hace más de quinientos años, y pertenecientes, casi de manera rotunda, a familias nobles, esto ultimo se sabe por el análisis de la muestra de ADN recogida de los cadáveres, y realizado en España y Estados Unidos.
Entre las muchas personas que dudan de que las momias sean de Isabel y de Juan, se encuentra el historiador Fernando López Rajadel, quien cree que en realidad pertenecen a una madre y a su hijo.
En la exhumación de los cuerpos se especifica que la mujer posee caderas anchas propias de haber tenido hijos, por lo que la sospecha de que sean madre e hijo no parece descabellada.
Según López Rajadel, Juan de Marcilla no murió por que Isabel se negara a besarle, por que estaba desposada con otro hombre, y tampoco cree que Isabel cayera muerta sobre el cadáver de Juan.
López Rajadel asegura que la leyenda de los amantes de Teruel ya existía, y que forma parte de un códice que se encuentra en la biblioteca de Cataluña. Se trataría del manuscrito 353 que mandó escribir, a finales del siglo XV, la familia Marcilla, para engrandecer su nombre y su linaje. Por lo tanto nos encontraríamos ante una historia inventada, y que sería complementaria a la leyenda turolense de la Viva de la Alfambra que trata sobre un adulterio, y que forman parte del manuscrito antes citado.
Las restos encontrados bien pudieran pertenecer a los dueños de la capilla o a algun antepasado suyo, que fueron allí enterrados, y, dado el clima extremo de Teruel, se momificaron.
De la misma manera que sobre las momias, también se han llevado a cabo numerosos estudios sobre la historia del documento, a fin de que pueda garantizarse la autenticidad del mismo.
El documento empieza:

Mausoleo_de_los_Amantes_4E pues decimos de males y guerras , bueno es digamos de amores. Nos feitos mas verdaderos en Teruel está el de un joven llamado Diego Juan Martínez de Marcilla, de unos veinte y dos años. Enamoróse de Isabel de Segura, hija de Pedro de Segura: el padre no tenia otra, era muy rico: los jóvenes se amaban muy mucho, en tanto que vivian afanados ; é dijo el joven como deseaba tomarla por muller , é ella repuso , cierlament el deseo de ella era aquel mateix , empero que supies que nunca lo faria sin que su padre y madre se lo mandasen; ahora él la quiso mas, é ficolo decir á su padre , su respuesta fue que ciertamente él era muy bien pagado del joven, é que venia bien ; empero que él no tenia biens, non se quejase, é que su padre tenia otros fijos quien mas lo podía heredar ; hasta , que no lo faría, é que él podía dar á su fija treinta mil sueldos, é que apres tenia toda su casa.
Muchos autores han escrito la historia de los amantes de Teruel, entre ellos:
--Antonio Serón, 1512 -1568. Compuso elegías y silvas. En la silva VI aparece uno de los testimonios más tempranos de la leyenda de Los amantes de Teruel.
--Andrés Rey de Artieda, 1549-1613. Los amantes es la primera de una serie de obras dramáticas y que está basado en la historia de los amantes de Teruel.
--Tirso de Molina, 1579-1648 . Los amantes de Teruel (1615).
--Tomás Bretón, 1850-1923. Compuso la ópera Los amantes de Teruel, como ya he comentado antes.
--Juan Eugenio Hartzenbusch, 1806-1880, escritor de drama romántico, se le conoce principalmente por "Los amantes de Teruel" de 1837.
--Mariano Miguel de Val, 1875-1912Cancionero de los amantes de Teruel, (1907).
Sea como fuere, la belleza de las tradiciones, estén basadas en leyendas en la literatura o en la historia, permanecerán en nuestras venas y en nuestra memoria.
Y nadie va a negar que en Teruel existieron, al menos dos personas que se quisieron hasta la muerte. Los amantes de Teruel.
Por cierto, ¿Os habéis fijado en el mausoleo, que Juan e Isabel no llegan a tocarse las manos?


marian tarazona
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